lunes, 20 de febrero de 2012

Parte Vno



                   Con esta, ya eran tres intentos de acertar a la arteria correcta. Su pulso ya no era como antes, como cuando empezó ese caótico viaje. No pasaba de los 22, pero sus múltiples rasgos añejos lo hacían ver como un tipo mayor al que aparentaba. Seria culpa de la fría mañana, o tal vez de su temprana atrofia muscular o mas bien que el volumen de la música que tenia su compañero de cuarto que, por cuarta ocasión fallo al tratar de introducir la fina aguja en su antebrazo. Su fallo fue advenido por una pequeña gota de sangre que bajo escasos 2 centímetros desde su origen para ser lamida por su dueño. Entro en furia por no poder completar su cometido y aventó la jeringa lo mas lejos que sus escuálidos brazos se lo permitieron. Tenia que estar a las 9 de la mañana en Central Park para encontrarse con una amiga y como había dormido otra vez muy tarde, no tuvo tiempo de alterar su sistema en la noche. Dejo ese asunto por la paz y empezó a vestirse. Hizo limpieza exprés de su habitación y enfilo el paso hacia la puerta.



—¡Mierda, Lee ! ¿A donde crees que vas? ¿Recuerdas que debemos eso?... ¿Vas con ella, verdad?... —Reclamo Wilde, su compañero de cuarto al momento de bajar el volumen de la musica

—¡Callate, te he dicho que dejes de espiarnos! Si tanto te gusta a ti, te la puedo dejar… — Acto seguido, azoto la puerta y se fue



Lee vivía con Wilde y Cliff en un departamento relativamente pequeño y a primera vista muy precario. Había sido asi desde que los tres salieron de Preparatoria y mandaron al diablo todo lo demás. Ellos sabían que pronto llegaría una mejor oportunidad de vivir sus respectivas vidas. Entre trabajos de medio tiempo, empleos ocasionales y demás marauderismo se habían mantenido a flote. Pero las tensiones ya pesaban. Las riñas eran cada vez mas habituales y los ánimos no se encontraban en el mejor de sus momentos. A veces solían reírse estrepitosamente después de discutir, “Como jodidos llegamos aquí?” eran ese tipo de preguntas que los incomodaban en demasía.



—Estas mal y lo sabes, Lee. Espero que te empiece a preocupar. Aunque sea un minimo…—Murmuro Wilde después de que escucho el azote de la puerta— Imbecil, ella te ama… —Y volvió a subir el volumen de la música



Afuera el clima no era muy diferente a su habitación, además si no tuviera un reloj a la mano, no podría deducir en que hora del día se encontraba. Los barrios bajos de Londres se caracterizaban por la la ausencia parcial de sol durante el dia. “El gris me sienta bien, no tengo problema con esto…” pensó Lee para sus adentros. Con una alegría fingida tomo las escaleras hacia abajo, hacia la red subterránea del Metro. La gente se amontonaba, y con algunos problemas logro alcanzar su vagón, no sin antes desaprovechar la oportunidad y picar algunas carteras. Su mirada y gestos fríos nunca lo delataron. ¿Nervios? Su nivel de decisión en ese tipo de cosas era bastante firme. Un temple digno de reconocerse. Una verdadera lástima que se usara para fines tan mundanos. Abordo el vagón y ya con algo de pasta en los bolsillos se sentó en un lugar destinado a personas con capacidades especiales. Y tomo una siesta.



—Oye, viejo. ¿Estás bien? No te veo en buen estado. ¿Quieres que vayamos a una clínica? —El desconocido lo toma por el brazo, haciendo salir a Lee de su estado seudo-comatoso, despertandolo



Regreso a la realidad con una fuerte punzada de dolor en el la frente. Se tocó la cara y se percató que había sangre en sus manos. Provenía de su nariz, estaba empapado. ¿Cuánto tiempo estuvo sangrando? Se levantó de golpe y sacudió la cara, chispeando de materia roja al tipo que se ofreció a ayudarle. Miro sus ropas, y dio por perdida la playera. El vagón llego a una estación y Lee aprovecho para bajarse rápidamente, no sin antes empujar a varias personas en su huida. Llego a los baños y se quitó la chamarra y la playera, humedeció un poco la playera y limpio su cara. Se vio al espejo ¿Hace cuánto que no estaba tan pálido? Se preguntó. El espejo le contesto con una imagen quebrada, manchada de moho y restos de óxido. Limpio lo que quedaba de sangre y lanzo la playera al cesto, cerró su chamarra y encendió un tabaco.



— Hey, tu. Este es un baño solo para personal de la línea de Metro. ¿QUÉ HACES AQ~~ Un puñetazo limpio en la área del mentón impido terminar la pregunta al intendente

La cara del empleado beso por instantes el meado y frio piso del Subterráneo. Ni con el líquido tibio que empezó a emanar de la boca de tipo pudo la loseta sentir la cálida ira de Lee subiendo de temperatura.

— ¿Qué dices? ¿¡QUE DIJISTE!?



Y se oyó un ligero “crack” en el subconsciente. Y llovían golpes sobre el tipo y sin poder defenderse se cedió al coma. Y patadas que hicieron desarticular la quijada del sujeto, y golpes que terminaban con un crush de costillas. Y una última sumisión que, si salía bien, cuando el sujeto despertara, si es que lo hacía, haría que el susodicho dejara de sentir sus extremidades inferiores por el resto de su vida. “¿Qué hora es? Es tarde” Salió del subterráneo, apago su cigarrillo y decidió seguir a pie.

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